Por Lisett Tapia
Me gustan las calaveras, pero no estoy hablando de "cualquier calavera".
En el lado artístico, me encanta la decoración, la estética y el respeto que ello implica.
Que la muerte pueda ser bella como cualquier otra expresión más sin tabú ni nada "negativo" o de cualquier índole que conlleva la ignorancia y la superstición. Arte puro, nada más.
Ahora bien, creo que las momias son otra cosa.
No hace mucho vi algunos de estos ejemplares en exhibición y lejos de impresionarme, me desagradó completamente la total falta de respeto hacia unos restos que sólo querían reposar y que ahora, por azar de la naturaleza y ambición, fungen para "entretenimiento".
Yo no querría ser expuesta por toda la eternidad tras una vitrina con toda mi miseria expresada con un impotente grito mudo.
Y no tiene nada que ver con la religión, sino con la dignidad. La muerte es un ciclo, independientemente a que si lo restos se consuman o no.
A menos que así se especifique en vida, uno donaría sus huesos para tal efecto. En mi caso, mi cráneo. Una decoración floral sería maravillosa.
Pero exponer cuerpos de soldados, ancianos, mujeres, hombres y niños fragmentados... Es lastimoso. Son cadáveres que querían ser cenizas, no monigotes.
Vi un niño, su momia, encogido al tamaño de un cántaro por un ritual prehispánico. Su cabeza agachada, expuesto en un rincón a las fotos, burlas y críticas.
Daban ganas de tomarlo en brazos, sacarlo de ahí, llevarlo al campo, sepultarlo y decirle:
"Descansa y florece aquí..."
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