De Edward Gorey
Una mañana de invierno
Friedrich se despertó,
y en gastar una broma pensó.
«Hoy no me voy a levantar.
Creó que en la cama me voy a
quedar…»
A su puerta vinieron y todos
le hablaron,
pero Friedrich no hizo caso,
aunque mucho le rogaron.
Debe de estar enfermo,
pensaron,
y un remedio le prepararon.
Como soborno final,
decidieron ofrecerle un
plato especial.
Volvieron por la tarde
trayendo juguetes,
zambombas, tambores y
algunos cohetes.
«Puedes hacer lo que te dé
la gana», dijeron,
pero, aun así, nada
consiguieron.
Agotados, se fueron por fin,
cuando el cielo empezaba a
volverse de hollín.
«Me parece que me voy a
levantar,
y en la nieve jugaré hasta la
hora de cenar.»
Mas cuando de la cama se
quiso levantar,
las mantas y las sábanas no
le dejaron bajar.
Los muelles chillaron con
voces espantosas
y de la cama salieron dos
alas grandiosas.
Friedrich gritó, la cama se
alzó
y un vuelo terrible
emprendió.
Miraron, buscaron
y nada encontraron.
La cama volvió al amanecer,
sin Friedrich, sin mantas y
sin nada que ver.
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