El siguiente documento, que la comisión Arqueológica Interplanetaria
acaba de descifrar, es uno de los más importantes descubiertos en Marte, y
arroja mucha luz sobre el conocimiento científico y los procesos mentales de
nuestros vecinos desaparecidos. Data de la última Era de Uranio (la Era final)
de la civilización marciana, habiendo sido escrito poco más de mil años antes
de Cristo.
La traducción puede considerarse bastante exacta, aunque se señalan
fragmentos como simples conjeturas. Donde ha sido necesario, los términos y las
unidades Marcianas se han sustituido por sus equivalentes terrestres para
facilitar la comprensión. -El traductor.
El reciente acercamiento del
planeta Tierra ha hecho revivir las especulaciones acerca de la posibilidad de
que exista vida sobre el astro que es nuestro vecino más próximo en el espacio.
Esta cuestión ha sido debatida durante siglos sin resultados concluyentes. En
los últimos años, no obstante, el desarrollo de nuevos instrumentos
astrológicos nos ha proporcionado una información mucho más precisa acerca de
los otros planetas. Aunque todavía no podemos confirmar o negar la existencia
de vida terrestre, hoy día poseemos un conocimiento mucho más exacto dc las
condiciones existentes en la Tierra, y podemos apoyar nuestra discusión sobre
firmes fundamentos científicos.
Una de las cosas que más nos
atormentan de la Tierra es que no podemos verla cuando más cerca la tenemos,
porque entonces se encuentra entre nosotros y el Sol nos presenta su cara
oscura. Hasta que no abandona esa posición y se encuentra a millones dc
kilómetros de nosotros, nos resulta totalmente imposible ver algo de su
superficie iluminada. Entonces aparece sobre el telescopio en su luminoso
cuarto creciente, con su singular luna gigante colgando junto a ella. El contraste
entre el color de los dos astros es sorprendente: la Luna es de un color
plateado puro y la Tierra es de un verde azulado enfermizo. (La fuerza exacta del adjetivo es incierta;
en realidad ese adjetivo, es insatisfactorio. Como alternativa se han sugerido
los términos 'horrible' y 'virulento'.- El traductor.)
Cuando 'la Tierra gira alrededor
de su eje - su día es media hora más corto que el nuestro - surgen de la
oscuridad distintas áreas del planeta y aparecen en la zona iluminada. Mediante
observaciones sucesivas durante algunas semanas, pueden construirse mapas de
toda la superficie. Tales mapas han revelado el hecho asombroso de que más de
dos tercios de superficie del planeta están cubiertos de líquido.
A pesar de la violenta
controversia, que se produjo durante varios siglos, relativa a este asunto, ya
no existe duda alguna de que ese líquido es agua. Aunque hoy día resulta raro
encontrar agua en Marte, tenemos evidencias de que, en un pasado remoto, gran
parte de nuestro planeta estaba sumergido bajo vastas cantidades de ese
peculiar compuesto; asimismo, resulta claro que la Tierra se halla en un estado
de su evolución que corresponde al nuestro de hace varios billones de años. No
podemos decir con exactitud qué profundidad tienen los océanos terrestres -
para, darles un nombre científico -, pero algunos astrónomos estiman que supera
los trescientos metros.
El planeta, tiene también una
atmósfera mucho más abundante que la nuestra; los cálculos indican que al menos
es diez veces más densa. Hasta hace muy poco, no teníamos medios para
determinar la composición de la atmósfera, pero el espectroscopio ha resuelto
el problema permitiendo descubrir datos sorprendentes. La espesa capa gaseosa
que envuelve la Tierra contiene grandes cantidades del elemento llamado
oxígeno, tóxico y muy reactivo, del cual apenas existen restos en nuestro aire.
En la atmósfera de la Tierra hay cantidades considerables de nitrógeno y vapor
de agua que forman espesas nubes, que a menudo permanecen durante muchos días
oscureciendo amplias áreas del planeta.
La Tierra tiene una temperatura
considerablemente más elevada que nuestro mundo, y ello se debe a que está un
25 % más cerca del Sol que Marte. Las lecturas tomadas por termopares acoplados
a nuestros telescopios de mayor alcance revelan temperaturas intolerables en su
ecuador; no obstante, en latitudes alejadas de esa zona, las condiciones
climáticas son mucho menos extremas, y la presencia de extensos casquetes de
hielo en ambos polos indica que allí las temperaturas son bastante
confortables. Esos casquetes de hielo polares nunca se funden por completo, al
contrario de los nuestros, que funden en verano. Ello indica que deben tener un
grosor enorme.
Puesto que la Tierra es un
planeta mayor que Marte (tiene el doble de diámetro), su gravedad es
notablemente más fuerte. De hecho, no es menos de tres veces mayor; por
consiguiente, un hombre de 85 kilos pesaría un cuarto de tonelada en la Tierra.
Un índice tan alto de gravedad debe tener muchas e importantes consecuencias, aunque
no podarnos preverlas todas. No es posible que existan formas de vida
voluminosas, pues serian aplastadas por su propio peso. No obstante, resulta un
tanto paradójico que la Tierra tenga montañas mucho más altas de cuantas
existen en. Marte; probablemente sea ésta
una nueva prueba de que se trata
de un planeta joven y primitivo, cuya orografía original todavía no ha sido
erosionada.
Considerando esos hechos
probados, podemos pasar a sopesar las posibilidades de vida en la Tierra. En
principio hay que decir que parecen escasas; sin embargo, dejémonos de
prejuicios y preparémonos a aceptar incluso las posibilidades más inauditas,
siempre y cuando no contradigan las leyes científicas.
La primera gran objeción a la
vida terrestre - que muchos expertos consideran concluyente - es la atmósfera
intensamente tóxica. La presencia de esas inmensas cantidades de oxígeno
gaseoso plantea un grave problema científico, que estamos lejos, de resolver.
El oxígeno es tan reactivo que no puede existir normalmente en estado libre; en
nuestro propio planeta, por ejemplo, está combinado con hierro para formar los
hermosos desiertos rojos que cubren tanta superficie de nuestro mundo. La
ausencia de esas áreas es lo que da a la Tierra su desagradable color verdoso.
En la Tierra se debe de estar
produciendo algún proceso desconocido, pues 'que se liberan cantidades inmensas
de ese gas. Algunos escritores especulativos han sugerido que las formas de
vida terrestres pueden, en la actualidad liberar oxígeno durante el curso de su
metabolismo. Antes de desechar esta idea cómo demasiado fantástica debemos
considerar que varias formas primitivas, ya .extinguidas, de la vegetación
marciana hacían exactamente lo mismo. De todos modos, es muy difícil creer que
en la Tierra existan plantas de este tipo en la enorme e inconcebible cantidad
que sería necesaria para producir tanto oxígeno puro. (Nosotros sabemos más cosas, naturalmente. Todo el oxígeno de la Tierra
es un producto de la vegetación; la atmósfera original de nuestro planeta, como
la de Marte en la actualidad, era de oxígeno puro. - El traductor.)
Incluso suponiendo que existen
criaturas en la Tierra, y que esas criaturas pueden sobrevivir en una atmósfera
tan tóxica y tan químicamente reactiva, la presencia de esas enormes cantidades
de oxígeno comporta dos efectos más. El primero es bastante sutil, y ha sido
recientemente descubierto en un trabajo de investigación teórica, que las
observaciones han confirmado en su totalidad.
Sucede que a gran altura de la
atmósfera de la Tierra - de treinta a cuarenta y cinco kilómetros -, el oxígeno
forma un gas conocido con el nombre de ozono, que contiene tres átomos de
oxígeno, mientras que su molécula normal es de dos. Este gas, aunque existe en
muy pequeñas cantidades bastante lejos del suelo terrestre, tiene un efecto de
importancia capital sobre las condiciones del planeta. Bloquea casi por
completo los rayos ultravioletas del Sol, impidiéndoles alcanzar la superficie
de la Tierra.
Este solo hecho impediría la
existencia sobre la Tierra de las formas de vida que nosotros conocemos. Los
rayos ultravioletas que emite el Sol y que alcanzan la superficie de Marte
prácticamente intactos, son esenciales para nuestro bienestar y transmiten a
nuestros cuerpos gran parte de su energía. Aunque pudiéramos resistir la
corrosiva atmósfera de la Tierra, pronto pereceríamos debido a esa carencia de
radiación vital.
El otro, resultado de la alta
concentración de oxigeno es todavía más catastrófico. Acarrea un fenómeno
terrible, que afortunadamente sólo se conoce en el laboratorio, y que los
científicos han bautizado como "fuego".
Muchas sustancias normales,
cuando se sumergen en una atmósfera como la de la Tierra y se calientan a
temperaturas muy modestas, inician una violenta y continuada reacción química
que no cesa hasta que se han consumido totalmente. Durante el proceso se
generan cantidades intolerables de luz y de calor, junto con nubes de gases
nocivos. Quienes han presenciado este fenómeno bajo condiciones de control de
laboratorio lo describen como algo que inspira pavor; es realmente una suerte
que nunca pueda ocurrir en Marte.
Y eso debe ser bastante común en
la Tierra, por lo que no es posible que exista ninguna forma de vida. La
observación de la cara oscura de la Tierra ha revelado en repetidas ocasiones
la presencia de áreas brillantes en las que el fuego avanza furioso; aunque
algunos estudiosos optimistas del planeta han intentado explicar esos destellos
como luces de ciudades, su teoría hay que desecharla. Las regiones
incandescentes son demasiado variables; salvo raras excepciones tienen una vida
corta y no están fijas en un lugar preciso.
(Estas observaciones se debían sin duda a los incendios forestales y a los
volcanes, estos últimos desconocidos en Marte. Es una trágica ironía de la
fatalidad el que los astrónomos marcianos no hayan sobrevivido unos pocos miles
de años más: hubieran visto las luces de las ciudades humanas. No hemos
coincidido en el tiempo por menos de una "millonésima parte de la edad de
nuestros planetas. - El traductor.)
Su atmósfera densa y húmeda, su
alta gravedad y su proximidad al Sol hacen de la Tierra un mundo de violentos
extremos climáticos. Se han venido observando tormentas de increíble intensidad
que azotaban vastas áreas del planeta, algunas de ellas acompañadas de
espectaculares descargas eléctricas, fácilmente detectables mediante los
sensibles radioreceptores instalados aquí en Marte. Es difícil creer que
ninguna forma de vida pueda resistir esas convulsiones naturales, de las que
rara vez se ve completamente libre el planeta.
Aunque la diferencia de
temperaturas entre el invierno y el verano terrestres no es tan grande como en
nuestro mundo, ello sólo representa una mínima compensación de otras
desventajas. En Marte todas las formas de vida móviles pueden escapar
fácilmente del invierno mediante la migración. No hay mares ni montañas que les
corten el camino; las pequeñas dimensiones de nuestro mundo -comparado con la
Tierra- y la mayor duración del año convierten esos cambios de estación en algo
sencillo, que sólo exige una velocidad media de quince kilómetros al dia. No
tenemos; ninguna necesidad de soportar el invierno, y pocas son las criaturas
marcianas que se hallen dispuestas a hacerlo.
En la Tierra tiene que ser muy
distinto. El gran tamaño del planeta, sumado a la brevedad del año (que sólo
dura seis de nuestros meses), indican que cualquier ser terrestre debería
emigrar a una velocidad de cerca de setenta y cinco kilómetros al día para
escapar de los rigores del invierno. E incluso pudiendo alcanzar esa velocidad
(y la enorme fuerza de gravedad hace que ello sea inverosímil), las montañas y
los océanos representarían barreras insuperables.
Algunos escritores de ciencia
ficción han intentado superar esta dificultad sugiriendo que en la Tierra deben
de haber evolucionado formas de vida capaces de desplazarse por el aire. Para
apoyar tan descabellada idea, argumentan que la densa atmósfera haría
relativamente fácil el volar; no obstante, olvidan el hecho de que la 'alta
gravedad producirla exactamente el efecto contrario. La idea de animales
voladores, aunque resulta muy atractiva, ningún biólogo competente puede
tomarla en serio.
Más firme base tiene la teoría de
que, si existe algún animal terrestre, debe de encontrarse en los extensos
océanos que cubren tan gran parte del planeta. Se cree que la vida en nuestro
propio planeta evolucionó originariamente en los antiguos mares marcianos; por
tanto no hay nada de fantástico en esa idea. En los océanos, además, los
animales de la Tierra no tendrían ya que luchar contra la gravedad de su
planeta. Aunque nos resulta difícil imaginar criaturas que vivan en el agua,
parece que los mares terráqueos pueden proporcionar un medio menos hostil que
la tierra firme.
Muy recientemente esta
interesante idea se ha visto reforzada por los trabajos de físicos y
matemáticos. La Tierra, como es sabido por todos, sólo tiene una enorme luna,
que constituye uno de los objetos más conspicuos del cielo. Es alrededor de
doscientas veces mayor que nuestros dos satélites, y, aunque se encuentra a mucha
mayor distancia, su atracción debe producir poderosos efectos sobre su planeta.
En particular, lo que se conoce como "marcas" debe causar grandes
movimientos en las aguas de los océanos terrestres, haciéndolos ascender y
descender a muchos metros. El resultado es que todas las áreas de la Tierra lindantes con
las aguas deben estar sujetas a dos inundaciones diarias; en tales condiciones
es difícil creer que pueda existir criatura alguna ni en la tierra ni en el
mar; puesto que ambos están en constante intercambio.
En resumen, nuestro vecino
planeta Tierra es un mundo terrible de dureza y energías violentas, ciertamente
no apto para ninguna de las formas de vida existentes hoy en Marte. Que pueda
florecer algún tipo de vegetación bajo esa atmósfera lluviosa y ardiente,
tormentosa y agitada, es bastante posible; de hecho, muchos de nuestros
astrónomos dicen haber detectado cambios de color en ciertas áreas y lo
atribuyen a variaciones de la vegetación debidas a cambios estacionales.
En lo referente a los animales,
esto es pura especulación, pues todas las pruebas están contra su existencia.
Si realmente existieran, habrían de ser extremadamente fuertes y macizos para
resistir la alta gravedad, y probablemente deberían poseer varios pares de
patas siendo sólo capaces de desplazarse lentamente. Sus pesados cuerpos
deberían estar cubiertos por gruesos caparazones protectores para defenderlos
de los múltiples peligros que les acecharían, como 4as tormentas, el fuego y la
atmósfera corrosiva. En vista de estos hechos, la cuestión de vida inteligente
en la Tierra hay que descartarla. Hemos de resignarnos a pensar que somos los
únicos seres racionales del sistema solar.
Aquellos románticos que todavía
esperan una respuesta más optimista, sepan que el Planeta Tres pronto nos habrá
revelado todos sus secretos. Los trabajos rutinarios sobre Cohetes a propulsión
han mostrado que es harto posible construir un aparato espacial capaz de salir
de Marte y cruzar el golfo cósmico hacia nuestro misterioso vecino. Aunque su
potente gravedad imposibilitaría un aterrizaje (excepto con vehículos robot
controlados por radio), podríamos girar alrededor de la Tierra a poca altura y
entonces observar cada detalle de su superficie desde poco más de una
millonésima de nuestra distancia actual.
Ahora que, por fin, hemos
conseguido liberar la ilimitada energía del núcleo atómico, pronto podremos
emplear esa tremenda y nueva fuerza para salir de los límites de nuestro mundo
familiar. La Tierra y su gigantesco satélite van a ser los primeros cuerpos
celestes que nuestros exploradores inspeccionarán. Tras ellos...
(Desgraciadamente, el manuscrito termina aquí. El resto quedó
carbonizado, según parece debido a la explosión termonuclear que destruyó la
Biblioteca Imperial, junto con el resto de la Ciudad Oasis. Resulta una curiosa
coincidencia que los misiles que acabaron con la civilización marciana fueran
lanzados en un momento clásico de la historia de la humanidad. Sesenta y cinco
millones de kilómetros más allá, con armas mucho menos avanzadas, los griegos
asaltaban Troya. - El traductor.)
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