El protagonista amaba a su autor. Hoja tras hoja, capítulo tras capítulo había recibido de él todo lo que un protagonista pudiera desear: inteligencia, posición, fortuna, un físico envidiable y, por último, una esposa bellísima.
Pero en un buen capítulo fue traicionado. Su esposa le era infiel (lo engañaba con otro) y el autor le daba pretextos y oportunidades.
El protagonista, desconcertado, esperaba de una página a otra el momento de la venganza, pero en su lugar vinieron no sé qué tonterías de perdones y reconciliaciones.
Antes del punto final, el autor situó al protagonista en un idílico acantilado que éste utilizó para deshacerse de su esposa en cuanto se quedaron solos.
Después, el protagonista recorrió lentamente las páginas hacia atrás, hasta que encontró un tiempo y un lugar sin testigos, y donde el autor no esperaría encontrarlo al releer el manuscrito.
Allí, el protagonista se sentó cómodamente con una pistola al alcance de su mano, a esperar el encuentro definitivo con el autor.
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