De William P. Blatty
Segunda Parte
El Borde
Capítulo segundo
regan
yacía de espaldas sobre la mesa de examen del consultorio de klein, con los brazos y las piernas
colgando hacia los lados.
sosteniendo
un pie con ambas manos, el doctor le flexionó el empeine. durante un rato lo mantuvo en tensión,
y luego lo soltó de repente. el
pie volvió a su posición normal.
repitió
varias veces la prueba, con los mismos resultados. parecía no quedar satisfecho. cuando regan se
incorporó de pronto y le escupió en la cara, dio instrucciones a una enfermera
de que permaneciese junto a la niña, y él volvió a conversar con chris.
era el
26 de abril. no había estado en
la ciudad el domingo ni el lunes, y chris
no había podido ponerse en contacto con él hasta aquella mañana, para
explicarle lo ocurrido en la fiesta y la posterior agitación de la cama.
—”¿se movió realmente?”
—”sí, se movió”.
—”¿cuánto tiempo?”
—”no sé. tal vez diez o quince segundos. fue todo lo que vi.
luego regan quedó rígida y se orinó en la
cama. o quizá se había orinado
antes. no sé. pero, de repente, se durmió y no se
despertó hasta el día siguiente, por la tarde”.
el
doctor klein entró, pensativo.
—bueno, ¿qué tiene? -preguntó chris con voz ansiosa.
tan
pronto como llegó chris, el
doctor le comunicó su sospecha de que el sacudimiento de la cama obedecía a un
ataque de contracciones clónicas, o sea, a la contracción y relajación alterna
de los músculos.
la
forma crónica de tal estado -le explicó-, era el clono (1), y, por lo general,
indicaba una lesión cerebral.
—bueno, la prueba ha dado resultados
negativos -le dijo, y pasó a describirle el procedimiento, explicándole que, en
el clono, el hecho de flexionar y soltar el pie alternativamente, habría
provocado una sucesión de contracciones clónicas. sin embargo, al sentarse a su mesa, parecía preocupado.
—¿nunca sufrió una caída?
—¿algún golpe en la cabeza? -preguntó chris.
—sí.
—no, que yo sepa.
—¿enfermedades de la niñez?
—sólo las comunes. paperas, sarampión y varicela.
—¿sonambulismo?
—no hasta ahora.
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(1).
espasmo en el que se suceden la
rigidez o contracción y la relajación. (n.
del traductor).
—¿qué quiere usted decir?
¿que caminó dormida durante la fiesta?
—sí, aunque ella no sabe todavía lo que
hizo aquella noche. y hay otras
cosas que tampoco recuerda.
—¿últimamente?
domingo.
regan aún durmiendo.
una
llamada telefónica internacional, de howard.
—”¿cómo está rags?”
—”muchas gracias por llamarla el día de
su cumpleaños”.
—”me quedé varado en un yate.
¡por dios,
no la emprendas conmigo! la llamé
apenas llegué al hotel”.
—”¡ah, sí, seguro!”
—”¿no te lo dijo?”
—”¿hablaste con ella?”
—”sí. por
eso pensé que sería mejor llamarte. ¿qué
diablos le pasa?”
—”¿adónde quieres llegar?”
—”me dijo una palabrota y colgó”.
al
contarle el incidente al doctor klein,
chris le explicó que cuando, al
fin, se despertó regan, no se
acordaba ni de la llamada telefónica ni de lo que había pasado la noche de la
cena.
—entonces tal vez no haya mentido en eso
de que se mueven los muebles -conjeturó klein.
—no lo entiendo.
—pues que los movió ella misma, sin
duda, aunque quizás en uno de esos ataques en que realmente no sabía lo que
hacia. esto se conoce como
automatismo. es algo así como un
estado de trance. el paciente no
sabe ni recuerda lo que hace.
—se me acaba de ocurrir algo, doctor. ¿sabe qué? hay una cómoda grande y maciza en su dormitorio.
debe de
pesar media tonelada. me intriga
saber cómo ha podido moverla ella.
—en casos patológicos es común esa
fuerza extraordinaria.
—¿sí? ¿a
qué se debe?
el
doctor se encogió de hombros.
—nadie lo sabe. pero, además de lo que me ha contado -continuó el médico-,
¿ha notado alguna otra cosa extraña en su comportamiento?
—bueno, se ha vuelto muy dejada.
—comportamiento raro -repitió.
—en ella es raro. ¡ah, pero espere! hay más. ¿se acuerda del tablero ouija
con el que jugaba?
¿el capitán howdy?
—el compañero de juegos imaginario
-asintió el médico.
—pues al parecer, ahora lo oye también
-manifestó chris.
el
doctor se inclinó hacia delante, doblando los brazos sobre el escritorio. mientras chris hablaba, sus ojos permanecían alerta y parecían ir
especulando.
—ayer por la mañana -dijo chris- la oí hablar con howdy en su dormitorio. es decir, ella hablaba y luego parecía
esperar, como si estuviera jugando con el tablero ouija. sin
embargo, cuando busqué en la habitación no estaba el tablero; sólo vi a rags que movía la cabeza, como si
asintiera a lo que él decía.
—¿lo veía ella?
—no creo. tenía la cabeza inclinada hacia un lado, como cuando escucha
discos.
el
médico asintió, pensativo.
—sí, claro. ¿ningún otro fenómeno como éste? ¿ve cosas?
¿huele cosas?
—huele -recordó chris-. no hace
más que percibir olores desagradables en su cuarto.
—¿como de algo que se quema?
—¡exacto! -exclamó chris-.
¿cómo lo sabe?
—porque, en ocasiones, éste es el
síntoma de un tipo de trastorno en la actividad electroquímica del cerebro. en el caso de su hija, sería en el
lóbulo temporal. -apoyó una mano
junto a la sien-.
aquí,
en la parte delantera del cerebro. es
poco común, pero provoca extrañas alucinaciones, por lo general, antes de una
convulsión.
supongo
que por eso se confunde tan a menudo con la esquizofrenia; pero no es
esquizofrenia. es producido por
una lesión en el lóbulo temporal. pero
como quiera que la prueba del clono no es conclusiva, creo que deberíamos
hacerle un eeg.
—¿qué es eso?
—un electroencefalograma. nos mostrará el trazado de sus ondas
cerebrales. por lo general, es
una buena indicación de funcionamiento anormal.
—pero usted cree que es eso, ¿verdad? una lesión en el lóbulo temporal.
—bueno, muestra el síndrome, mistress macneil.
por ejemplo, la dejadez, la
agresividad, comportamiento social que le plantea problemas, los ataques que
hicieron mover la cama. generalmente,
esto va seguido por orinarse en la cama o vomitar, o ambas cosas a la vez, y
luego un sueño profundo.
—¿quiere examinarla ahora mismo?
-preguntó chris.
—sí, creo que deberíamos hacerlo de
inmediato, pero va a necesitar sedantes. si
se mueve o salta, los resultados serán nulos, de modo que... ¿me autoriza a
administrarle veinticinco miligramos de ‘librium’?
—¡no faltaría más! haga lo que crea conveniente -le contestó,
agitada.
lo
acompañó hasta el consultorio en que la niña sería examinada, y cuando regan lo vio preparando la aguja
hipodérmica, vomitó un torrente de obscenidades.
—querida, es para “ayudarte” -imploró chris, con angustia. sujetó a regan mientras el doctor le ponía la inyección.
—en seguida vuelvo -dijo el médico
haciendo un movimiento afirmativo con la cabeza; y cuando entró una enfermera
empujando el aparato para el electro, él se fue a atender a otro paciente. al volver, poco rato después, el ‘librium’ no había hecho aún efecto.
klein
pareció sorprendido.
—¡es raro! se le ha administrado una dosis elevada -dijo a chris.
le
inyectó otros veinticinco miligramos y se marchó; al volver encontró a regan dócil y tratable.
—¿qué está haciendo? -preguntó chris cuando klein puso sobre el cráneo de regan los electrodos con solución salina.
—ponemos cuatro a cada lado -le
explicó-. eso nos permite leer
las ondas cerebrales de ambos lados y luego compararlas.
—¿compararlas para qué?
—para observar cualquier desviación, que
puede ser significativa. por
ejemplo, tuve un paciente que sufría alucinaciones -dijo klein-. veía y oía cosas que, por supuesto, no existían. pues bien, encontré una diferencia
entre el trazado de las ondas del lado derecho y las del izquierdo, y descubrí
que el hombre sufría alucinaciones por la alteración sólo de uno de los lóbulos
temporales.
—¡qué extraño!
—su ojo y oído izquierdos funcionaban
con normalidad; sólo el lado derecho tenía visiones y oía cosas. bueno, veamos ahora. -puso la máquina en marcha. señaló las ondas sobre la pantalla
fluorescente-. esos son los dos
lados juntos -explicó-. lo que
estoy buscando son ondas en pico -con el índice, trazó un dibujo en el aire-,
especialmente ondas de gran amplitud, en una frecuencia entre cuatro y ocho por
segundo. eso indica una lesión
del lóbulo temporal.
estudió
cuidadosamente la gráfica de las ondas cerebrales, pero no descubrió ninguna
disritmia.
ningún
pico. ninguna onda anormal. y cuando procedió a hacer las lecturas
comparativas, los resultados fueron también negativos.
klein
frunció el ceño. no podía
entender. repitió la operación. y no encontró cambios.
hizo
venir a una enfermera para que se quedara con regan
y volvió a su despacho con la madre.
—entonces, ¿qué tiene? -preguntó chris.
pensativo,
el doctor se sentó a su mesa.
—bueno, el eeg habría demostrado que tenía eso, pero la falta de
disritmia no prueba fehacientemente que no lo tenga. puede ser histeria, pero la gráfica tomada antes y después de
la convulsión ha sido demasiado sorprendente.
chris
enarcó las cejas.
—no hace usted más que hablar de
‘convulsión’, doctor. ¿cuál es el
nombre exacto de esta enfermedad?
—bueno, no es una enfermedad -dijo
tranquilo.
—entonces, ¿cómo se llama
específicamente?
—usted la conoce como epilepsia, señora.
—¡dios mío!
chris
se hundió en una silla.
—esperemos un poco -la calmó klein-. veo que, como la mayoría de la gente, su impresión de la
epilepsia es exagerada y tal vez, en gran parte, mítica.
—¿es hereditaria? -dijo chris, sobrecogida.
—ese es uno de los mitos -le explicó klein con calma-. por lo menos, eso es lo que piensa la
mayoría de los médicos. mire,
prácticamente cualquiera puede tener convulsiones. la mayoría hemos nacido con una gran resistencia contra las
convulsiones; otros, con poca, de modo que la diferencia entre usted y un
epiléptico es una cuestión de grado. eso
es todo.
sólo de
grado. no es una enfermedad.
—entonces, ¿qué es? ¿una alucinación caprichosa?
—un trastorno: un trastorno que puede
dominarse. y hay muchas clases de
trastornos de este tipo, señora. por
ejemplo, usted está ahora sentada aquí y, por un momento, se distrae y no capta
algo de lo que estoy diciendo. pues
bien, eso es una especie de epilepsia, señora. sí, es un verdadero ataque de epilepsia.
—sí, claro, pero eso no es lo de regan -refutó chris-. ¿y a
qué se debe el que le haya cogido de repente?
—mire, todavía no estamos seguros de que
sea eso lo que tiene, y admito que tal vez tenga usted razón; probablemente sea
psicosomático. sin embargo, lo
dudo. y, para responder a su
pregunta, debo decirle que un gran número de cambios en el funcionamiento del
cerebro puede desencadenar una convulsión en los epilépticos: preocupación,
fatiga, presión emocional, una nota en particular de un instrumento musical... en cierta ocasión atendí a un paciente
que sufría ataques sólo en el autobús, cuando se hallaba a una manzana de su
casa. pues bien, al fin
descubrimos el motivo: una luz intermitente, que provenía de una empalizada
blanca, se reflejaba en la ventanilla del autobús. a otra hora del día, o si el autobús iba a distinta
velocidad, no sufría convulsiones. tenía
una lesión en el cerebro, causada por alguna enfermedad de la niñez. en el caso de su hija, el trauma
estaría situado más adelante, en el lóbulo temporal, y cuando éste es afectado
por un determinado impulso eléctrico de cierta longitud y frecuencia de onda,
origina un repentino estallido de reacciones anormales, partiendo de la
profundidad de un foco que está en el lóbulo. ¿entiende?
—supongo que sí -suspiró chris, abatida-. pero lo que no entiendo es cómo se le
puede cambiar totalmente la personalidad.
—es muy común en el lóbulo temporal y
puede durar varios días y aun semanas. no
es raro encontrarse con un comportamiento destructivo y hasta criminal. en realidad se produce un cambio tan
grande, que hace doscientos o trescientos años se consideraba que los que
tenían trastornos en el lóbulo temporal estaban poseídos por el demonio.
—¿estaban “qué”?
—gobernados por la mente de un demonio. algo así como una versión supersticiosa
del desdoblamiento de la personalidad.
chris
cerró los ojos y apoyó la frente sobre un puño.
—dígame algo bueno -murmuró.
—vamos, no se alarme. si “es”
una
lesión, en cierto modo tendrá suerte. en
este caso, lo único que tendríamos que hacer sería extraer la capa de la
cicatriz.
—¡ah, magnífico!
—o, a lo mejor, es sólo una presión
sobre el cerebro. mire, me
gustaría tomarle algunas radiografías del cráneo. hay un radiólogo en este mismo edificio, y tal vez yo pueda
conseguir que se las tome en seguida. ¿lo
llamo?
—¡por dios,
sí! ¡hágalo!
klein
lo llamó y arregló todo.
le
dijeron que la llevaran de inmediato. colgó
el teléfono y empezó a escribir la receta.
—apartamento veintiuno, en el primer
piso. la llamaré mañana o el
jueves. me gustaría consultar a
un neorólogo. entretanto,
suprimiremos la ‘ritalina’ y
probaremos durante un tiempo con ‘librium’.
arrancó
la receta del talonario y se la alargó.
—yo trataría de quedarme cerca de ella,
mistress macneil. estos
enfermos ambulatorios, si es eso lo que tiene, siempre pueden lastimarse. su dormitorio, ¿está cerca del de ella?
—sí.
—bien ¿en
la planta baja?
—no, en el primer piso.
—¿hay ventanas grandes en la habitación
de la niña?
—sí, una. ¿por qué?
—debería tratar de mantenerla cerrada, e
incluso ponerle un candado. en un
estado de trance se podría tirar por ella. una
vez tuve un...
—...paciente
-completó chris con un dejo de
sonrisa cansina.
—parece que tengo muchos, ¿no? -dijo,
siguiendo la broma.
—algunos.
pensativa,
apoyó la cabeza en una mano y se inclinó hacia delante.
—hace un momento estaba pensando en otra
cosa.
—¿en qué?
—me ha dicho usted que, después de un
ataque, la enferma se quedó profundamente dormida, ¿verdad? así ocurrió la noche del sábado.
—sí -asintió klein.
—entonces, ¿cómo puede ser que las otras
veces que sentía moverse la cama estuviera bien despierta?
—usted no me ha dicho eso.
—pero ocurrió así. parecía estar bien. venía a mi dormitorio y me pedía que la
dejara meterse en la cama conmigo.
—¿se orinaba en la cama? ¿vomitaba?
chris
negó con la cabeza.
—no, estaba bien.
klein
frunció el ceño y se mordió ligeramente el labio inferior.
—bueno, veamos lo que nos dicen esas
radiografías -concluyó.
chris
se sentía agotada cuando acompañó a regan
al radiólogo; permaneció a su lado mientras le tomaba las radiografías, y la
llevó de vuelta a casa. la niña
había permanecido extrañamente callada desde la segunda inyección, y chris hacía ahora esfuerzos por
despertar su interés.
—¿quieres jugar al monopolio o a alguna
otra cosa?
regan
dijo que no con un movimiento de cabeza y clavó en su madre una mirada perdida,
que parecía posarse en una infinita lejanía.
—tengo sueño -dijo regan, con una voz que, como los ojos,
reflejaba su agotamiento. luego
se volvió y subió a su dormitorio.
“debe de ser el ‘librium’“, pensó chris
mientras la observaba.
finalmente,
suspiró y entró en la cocina. se
sirvió café y se sentó junto a sharon,
en un rincón de la mesa.
—¿qué tal ha ido?
—¡oh, dios
mío!
chris
dejó la receta sobre la mesa.
—¿por qué no encargas por teléfono la
medicina? -dijo, y después le explicó lo que había dicho el médico-. si estoy ocupada o tengo que salir,
cuídala bien, shar. -la luz. de repente-.
ahora
me acuerdo.
se
levantó de la mesa y fue al dormitorio de regan;
la encontró tapada y aparentemente dormida.
chris
se acercó a la ventana y ajustó la falleba. miró
hacia abajo. la ventana, que se
abría a un lado de la casa, daba a la escalera, que descendía, abrupta, hacia
la calle.
—”tengo que llamar a un cerrajero en
seguida”.
regresó
a la cocina, añadió este encargo a la lista que le había dado a sharon, dictó a willie el menú para la cena y llamó a su representante.
—¿qué te ha parecido el guión? -quiso
saber él.
—es muy bueno, ed; hagámoslo -le contestó-. ¿cuándo podemos empezar?
—bueno, tu parte en julio, de modo que
habrías de empezar a prepararte ya.
—¿quieres decir ahora mismo?
—sí, ahora. esto no es actuar ante las cámaras, chris. has de
trabajar mucho antes del rodaje propiamente dicho. tienes que estar de acuerdo con el decorador, con el modista,
con el maquillador y con el productor. y
deberás elegir un operador y un jefe de fotografía e ir pensando ya en las
tomas. vamos, chris, ya conoces bien el asunto.
—sí, bueno...
—¿tienes algún impedimento?
—sí, regan
está bastante enferma.
—¡oh, lo siento! ¿qué le pasa?
—todavía no saben qué es.
estoy
esperando unos análisis.
escucha,
ed, ahora no puedo dejarla.
—¿quién dice que debas dejarla?
—no me entiendes, ed. necesito
estar en casa con ella.
precisa
que la atienda. no te lo puedo
explicar, ed, es muy complicado.
¿por qué no podemos aplazarlo
durante un tiempo?
—no podemos. quieren tenerlo listo para navidad,
y nos apremian.
—¡por dios,
ed!, creo que pueden esperar dos
semanas.
—¿por qué insististe tanto en que querías
dirigir, y ahora, de pronto...?
—tienes razón, ed, ya lo sé -lo interrumpió-. en realidad quiero hacerlo, pero vas a tener que decirles que
necesito un poco más de tiempo.
—creo que si te hago caso lo echaremos
todo a perder. no es a ti a quien
quieren; eso no es noticia. lo hacen
sólo por moore, y creo que si van
y le dicen que no estás tan segura de querer hacerlo, le dará un ataque. vamos, chris, seamos razonables. haz
lo que quieras. a mí no me
importa. eso no va a dejar
dinero, a menos que produzca un gran impacto. pero
te advierto que si les pido una prórroga, lo estropearemos todo. ¿qué les digo, pues?
—¡dios mío! -suspiró chris.
—ya sé que no es fácil.
—no lo es. escucha... -pensó.
después movió la cabeza-. ed, tendrán que esperar -dijo, al fin,
cansada.
—¿es tu última decisión?
—sí, ed.
avísame de cualquier cosa.
—lo haré. ya te llamaré.
tranquilízate.
—gracias, ed.
deprimida,
colgó el teléfono y encendió un cigarrillo.
—¿te he dicho que he hablado con howard? -preguntó a sharon.
—¿cuándo? ¿le has comunicado lo que le está pasando a rags?
—sí, y también que ha de venir a verla.
—¿va a venir?
—no sé. no lo creo -respondió chris.
—deberías pensar en que hará lo posible.
—sí, ya lo sé -suspiró chris-. pero has de entender lo que le pasa, shar. yo sé lo
que es.
—¿qué es?
—¡oh, todo el asunto de ‘esposo de chris macneil’! rags era también parte de eso. ella estaba dentro, y él, fuera. siempre rags y
yo juntas en las portadas de las revistas; en las fotos, madre e hija, mellizas
de la propaganda cinematográfica. -tiró
la ceniza del cigarrillo con un caprichoso movimiento de los dedos-.
bueno,
¡quién sabe! todo es bastante
confuso. pero resulta difícil
entenderse con él, shar. no puedo hacerlo.
tomó un
libro que había junto a sharon.
—¿qué estás leyendo?
—¿cómo? ¡ah, “eso”! es
para ti. me había olvidado. lo trajo mistress perrin.
—¿ha estado aquí?
—sí, esta mañana. dijo que lamentaba no poder verte, pero
que se iba de la ciudad. te
llamará apenas vuelva.
chris
asintió y echó una rápida mirada al título del libro: “estudio sobre la adoración al demonio y relatos de fenómenos
ocultos”.
lo
abrió y encontró una nota manuscrita de mary
jo.
querida
chris: acerté a pasar por la biblioteca de georgetown university
y saqué este libro para ti. tiene
algunos capítulos sobre la misa negra. deberías
leerlo todo.
creo
que las otras partes te van a resaltar particularmente interesantes. hasta pronto.
mary jo.
—¡qué mujer tan amable! -exclamó chris.
—tienes razón -admitió sharon.
chris
hojeó el libro.
—¿qué novedades trae sobre la misa negra?
¿algo muy desagradable?
—no sé -contestó sharon-. no lo
he leído.
—¿no es bueno para serenarse?
sharon
se desperezó y bostezó.
—esas cosas no me afectan.
—¿qué ha pasado con tu complejo de jesús?
—¡oh, vamos!
chris
empujó el libro sobre la mesa, en dirección a sharon.
—aquí tienes. léelo y dime qué pasa.
—¿para tener pesadillas?
—¿para qué crees que te pago?
—para vomitar.
—eso puedo hacerlo yo misma -murmuró chris, y tomó un diario de la tarde-. para eso lo único que hay que hacer es
meterse en la garganta los consejos del representante comercial; así se vomita
sangre durante una semana. -irritada,
dejó el diario a un lado-.
¿puedes sintonizar la radio, shar? quiero
oír las noticias.
sharon
cenó con chris y luego salió. se olvidó del libro. chris lo vio sobre la mesa y pensó
leerlo, pero al final se sintió muy cansada. lo
dejó en la mesa y subió a la planta alta.
contempló
a regan, que parecía seguir
durmiendo tapada y, aparentemente, sin haberse despertado.
examinó
de nuevo la ventana. al salir del
dormitorio se aseguró de que la puerta quedaba bien abierta, y lo mismo hizo
con la de su cuarto, antes de meterse en la cama.
vio
parte de una película por televisión. después
se durmió.
a la
mañana siguiente, el libro sobre la adoración al demonio había desaparecido de
la mesa.
nadie
supo dónde estaba.
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